miércoles, 26 de abril de 2017

Reseña: 'Mientras escribo', de Stephen King



  • Título: Mientras escribo
  • Autor: Stephen King
  • Editorial: DeBolsillo
  • Páginas: 320
  • Precio: 9,95 euros.
  • Sinopsis: Stephen King abandona su universo literario para centrarse en su propia persona. Autobiografía selectiva de su infancia y juventud, al tiempo que ensayo sobre el arte de narrar historias. Satisfará la curiosidad de todos sus lectores por conocer las facetas privadas del autor y sus opiniones y puntos de vista acerca de la literatura, centrándose muy especialmente en todos los trucos, claves y secretos que, según él, debe dominar un novelista para atrapar el interés del lector. 
  • Valoración: 6,5. Ameno, interesante y sincero, aunque con altibajos. Fácil de leer.

Estamos ante una rareza de Stephen King. Nada que ver con el resto de su extensa obra. No es una novela fantástica ni de terror ni de ciencia ficción; es un ensayo sobre el oficio de escribir y sobre algunas de sus experiencias vitales más importantes, especialmente esos momentos que considera que, de una manera u otra, han influido en que haya acabado convertido en un 'contador de historias' que vende libros como churros. Y advierto que, antes, solo había leído de él La milla verde y Cementerio de animales. No me llamaba especialmente la atención su obra, pero debo reconocer que de un tiempo a esta parte ha empezado a hacerlo, y que, tras leer Mientras escribo, esa curiosidad ha aumentado considerablemente. Puede que más de uno pueda pensar que estamos ante un autor que no destaca precisamente por su calidad literaria, pero sabe entretener, y en ocasiones uno busca solo eso cuando abre un libro. Igual que a uno le puede gustar alternar en su dieta la cocina más elaborada con comida rápida. Y que levante la mano quien no haya pecado en alguna ocasión comiendo en un McDonald's o un Burger King.

Me ha gustado la sinceridad que desprenden sus reflexiones, cualidad, por cierto, que considera fundamental para cualquiera que quiera dedicarse al oficio de escribir. Es sincero sobre sus defectos, sus limitaciones, sus manías, sus pensamientos, los libros propios que reconoce como malos, sus problemas con el alcohol y las drogas, y cómo éstos han causado, incluso, que no recuerde cómo ha escrito varias partes de algunos de sus títulos, como Cujo... Y lo cuenta todo con un estilo aparentemente espontáneo que hace que se lea con facilidad. 

Apuesta por la historia como elemento más importante de cualquier novela. Considera que todo debe supeditarse y girar en torno al objetivo de atrapar al lector. La calidad literaria queda en un segundo plano para él. Lo reconoce sin pudor. Odia el abuso de adverbios y prefiere un lenguaje directo y sin demasiadas florituras. ¿Para qué contar algo en un párrafo de diez líneas si puede hacerse con una sola frase?, viene a decir.

Más allá de afirmaciones como éstas y de que podamos estar más o menos de acuerdo con ellas, lo cierto es que las páginas de Mientras escribo evidencian que a King le gusta lo que hace. Disfruta escribiendo, es evidente, aunque el ejercicio en ocasiones venga acompañado de sinsabores, miedos y dudas.

Entre las experiencias vitales a las que se refiere en el libro, me quedo con el atropello que sufrió y que estuvo a punto de acabar con su vida precisamente cuando estaba escribiendo este libro. Lo relata como si fuese una de sus novelas, reconociendo que fueron precisamente sus ganas de seguir contando historias las que posiblemente más le ayudaron a salir adelante.

Para los lectores españoles quizá sobre la parte en la que se refiere a los agentes literarios, una figura que apenas se lleva en este país pero que en Estados Unidos siempre se ha considerado casi imprescindible, con sus ventajas e inconvenientes. Aquí no tienen sentido, por tanto, sus consejos sobre cómo y dónde buscarlos.

A finales del pasado año salió a la venta esta nueva edición de Mientras escribo en formato bolsillo, una vez que la anterior ya llevaba un tiempo descatalogada. Es un buen momento, por tanto, para hacerse con un ejemplar y descubrir algo más de un autor que convierte en oro todo lo que escribe. Eso sí, puede que no resulte demasiado fácil de encontrar. Está muy demandado, pese a que en su día apareció sin hacer demasiado ruido. Y hoy en día es, incluso, recomendado en algunas universidades y talleres de escritura. Tengo dudas de que se apara tanto, pero entretiene y seguro que no defraudará a los seguidores de Stephen King.

miércoles, 19 de abril de 2017

'Kobane calling' y 'Dad': pequeñas obras de arte en formato cómic

Ando últimamente con los cómics. Siempre he sido aficionado, pero de un tiempo a esta parte quizá un poco más. Joe Sacco, Harley Quinn, Batman, Mafalda, TBO, Superlópez, Mortadelo y algún que otro vuelven a ocuparme agradables ratos de lectura. Pero también he descubierto el placer de buscar y conocer nuevos autores y personajes. Y entre los hallazgos más recientes me quedo, sin duda, con las obras de Zerocalcare y Nob.

'Kobane Calling' de Zerocalcare me parece sublime. Es una crónica en formato cómic sencillamente magistral. En este caso es la crónica de dos viajes del autor a Kurdistán, a la franja de Rojava, donde viven más de cuatro millones de kurdos y que se ha visto marcada también por la presencia de Estado Islámico. No tiene nada que ver con lo que nos muestran los periódicos o los telediarios.
kobane calling

Se trata, como bien recoge la sinopsis de esta obra, de la crónica de "una utopía sin igual en Oriente Medio, en el ámbito musulmán y quizá incluso en el mundo". De una lucha por la libertad sexual, social y religiosa. Y Zerocalcare la realiza con un estilo propio, único, con pasión, ironía y un humor que rebosa personalidad, consiguiendo completar una obra redonda en todos los sentidos; una pequeña obra de arte de 240 páginas de lo más divertida. Merece mucho la pena, de verdad.

Lógicamente, entre mis próximos objetivos están dos de sus obras anteriores, las dos que me constan que han salido a la venta en España de este autor italiano de cómics: 'La profecía del armadillo' y 'VIP', ambas editadas el año pasado.

Nob es quizá más ligerito, pero también me ha resultado muy divertido. En este caso lo he descubierto a través de su simpática serie 'Dad', compuesta por tres tomos. Dad es un PADRE SOLTERO que trabaja a tiempo completo cuidando a su cuatro hijas (desde una bebé hasta una joven universitaria), cada una de una madre distinta, sin descuidar su carrera de actor en paro.

Ya te puedes imaginar el juego que puede dar todo ello. Estamos de nuevo ante un planteamiento original, interesante y divertido. Y no defrauda. Hace reír, emociona y divierte a través de unos guiones transversales e inteligentes, y que en ocasiones introducen sutilmente temas con los que buena parte de la sociedad actual puede sentirse incómoda.

Las de 'Dad' son series de historias cortas y desenfadadas, repletas de ternura e ironía, que nos presentan un modelo de familia nada convencional, en el que las madres de las chicas juegan papeles de lo más dispares; lástima que aparezcan tan poco en las historias, salvo contadas excepciones.

Qué queréis que os diga, pero a mí me han enamorado tanto el italiano Zerocalcare como el francés Nob. Cada uno con su estilo, nada parecidos, pero con un denominador común: la importancia del mensaje. Ambos buscan, además de ofrecer diversión, que ejercitemos el cerebro, que reflexionemos. Encima lo hacen muy bien. Y eso, hoy en día, ya es mucho.

lunes, 17 de abril de 2017

Reseña: 'Círculos', de Manuel Ríos San Martín




  • Título: Círculos
  • Autor: Manuel Ríos San Martín
  • Editorial: Suma
  • Páginas: 424
  • Precio: 17,90 euros
  • Sinopsis: En Londres, en una sociedad hiperconectada en la que la gente vive obsesionada por la pequeña pantalla, la violencia y las redes sociales, un concursante muere en directo en un programa de televisión. Inmediatamente se convierte en trending topic mundial. ¿Podría ser intencionado? El inspector Jellineck, un policía desencantado, áspero y harto de la vida, se hace cargo de la investigación. Es el único que piensa que el incidente puede ser algo más serio de lo que parece. Patrizia, una chica en guerra con el mundo, está convencida de que es necesario hacer algo rotundo y se vincula a un grupo de jóvenes activistas que quieren cambiar el rumbo de la sociedad. Y entonces, una interferencia en la señala de televisión anuncia: "Os voy a joder la vida. A todos".
  • Valoración: 5,5. Empieza bien pero se desinfla rápido.


Esta es una de esas novelas que compras por la sinopsis. Al menos es lo que me sucedió a mí y supongo que a otros muchos que hayan apostado por ella. Es de las que invita a comprarlo. Quizá sea un ejemplo de buena mercadotecnia de libros, de cómo debe ser un resumen de apenas una decena de líneas al servicio del producto que se vende. Promete, además, una lectura interactiva, lo que supone otro ingrediente para llevártelo si te apetece leer algo nuevo y diferente.

Pero el 'zasca' no tarda en llegar. Con esto no quiero decir que sea un bodrio. No. Aunque la verdad es que tampoco es una maravilla. Se trata de una buena idea no excesivamente bien desarrollada. Entretiene, sí, pese a que hay momentos que se hace algo pesado. Da vueltas sobre las mismas ideas una y otra vez, en ocasiones de una forma demasiado evidente, tanto que uno tiene la certeza de saber lo que va a pasar después. Y, lo que es peor, cómo va a acabar todo.

Eso sí, el planteamiento, pese a todo, es interesante. Un thriller futurista, crítico con la sociedad actual, especialmente la televisión y las redes sociales, con un arranque atrevido y original, y por momentos trepidante; lástima que pierda fuerza demasiado rápido y los altibajos tras las primeras 100 páginas conviertan la lectura en una especie de montaña rusa.

Está correctamente escrito y bien estructurado. Se nota que su autor, Manuel Ríos San Martín, es guionista de televisión y conoce las técnicas para enganchar al lector. No me sorprendería, de hecho, que esta novela, cuyo éxito en internet la llevó al papel, acabe en la pequeña pantalla. O en la grande.

De los personajes me quedo con momentos del inspector Jellineck y con la joven e intrigante Patrizia, de quien borraría el final.

Ah, y lo de lectura interactiva, a medias. No esperes mucho más allá de una web en la que se amplían contenidos del libro. Nada demasiado nuevo, en definitiva. Y es una pena.

jueves, 6 de abril de 2017

Escribir



¿Por qué y para qué escribo? Me lo pregunto muchas veces, y las respuestas no son siempre las mismas. Varían, supongo que por múltiples razones. A veces pienso que es una necesidad vital. Otras que lo hago porque no tengo mejor forma de expresar una idea, unos sentimientos, un camino... Incluso hay ocasiones en que simplemente me sale; los dedos empiezan a teclear y no hay forma de pararlos. Lo que sí tengo claro es que no escribo para que me lean. Bueno, a todos nos gusta que lo hagan, pero quiero decir que no es la principal motivación que tengo cuando me siento delante de un ordenador. Quizá sea por las casi tres décadas de profesión periodística que llevo a mis espaldas, que dan para que uno se haya acostumbrado ya a ver su nombre firmando artículos, reportajes y entrevistas de todo tipo. Y quizá también por mis experiencias editoriales pasadas. Han pasado ya unos cuantos años de éstas y ahora, cuando acabo de concluir mi primera experiencia en un premio/concurso literario, creo que es momento de recordarla y relatarla para cerrar definitivamente unos capítulos de mi trayectoria que acabaron con mis ganas de repetir. Porque el tiempo siempre regala visiones más objetivas, más serenas y más sinceras de las cosas. Y porque en mi caso todo está relacionado. Me explico.
escribir


Tengo el dudoso honor de ser el primer autor en este país al que secuestraron judicialmente un libro antes de que viese la luz. Por tanto, antes de que ni tan siquiera se conociese su contenido. Tal cual. Iba a ser un lanzamiento brutal. Exagerado, quizá. Una primera tirada de 20.000 ejemplares, con una promoción por todo lo alto, con el avance del primer capítulo en primicia en una importante revista de tirada nacional... Muchos se preguntarán cómo es posible. Pues por el único error que considero que se cometió antes de que estallase la bomba: avanzar el lanzamiento del libro en la web de la editorial con una sinopsis que, aunque cumplía su objetivo de ser un buen cebo, dio pie a que pidiesen el secuestro cautelar (recalco lo de cautelar) del libro. El juez accedió a cambio de una fianza de medio millón de euros.

Todo se convirtió entonces en una locura que recuerdo como una película pasada a cámara rápida. Prisas y confusión. Más de un centenar de entrevistas en tres semanas. Creo que hablé hasta con la gaceta de la parroquia de Villarrobledo de las Penas Mayores. Y de fondo, una guerra entre productoras y cadenas de televisión en la que me vi envuelto sin quererlo. Yo solo contaba en mi trabajo la trastienda de un concurso de televisión que había batido récords de audiencia y que se había convertido en todo un fenómeno en este país. Nada trascendental, en cualquier caso. Sí, como muchos de los que no conociais esa parte de mi vida ya habréis adivinado, se trataba de Operación Triunfo. Llegaron a mí documentos y contratos demoledores y como periodista valoré que era un material interesante para publicar, idea que avaló una potente editorial con la que firmé´el contrato correspondiente.

El juez vino a decir que si se quería comprobar que La cara oculta de Operación Triunfo, que era como se titulaba, dañaba el honor del concurso y su productora, ésta debía depositar una fianza de medio millón de euros para compensar posibles daños que la decisión pudiese acarrear. Lo hizo al día siguiente. El dinero no era problema para ellos. Todo esto sucedía justo en el momento en el que el concurso estaba a punto de iniciar su cuarta edición en una nueva cadena, con una expectación mayúscula. Y cuando ya se habían impreso casi 10.000 ejemplares, que se dice pronto. Ya se pueden imaginar lo que eso suponía a todos los niveles, para bien y para mal. Se abrió entonces un proceso judicial en el que debo reconocer que me acabé perdiendo tras ir a declarar al juzgado y responder a las preguntas de una batería de abogados que la otra parte desplegó, supongo que con la intención de acojonarme o al menos ponerme nervioso. Debo reconocer que lo primero no lo consiguió, pero lo segundo sí.

Para no aburrir con detalles sobre dicho proceso, resumiré diciendo que ganaron los 'malos'. O los 'buenos', da igual. Esa vez, David no pudo con Goliat. Supongo que decir, más de una década después, que sigo estando convencido de que la razón estaba de mi parte importa ya poco. Perdí, y debo reconocerlo. Las que yo creo que fueron las razones permitidme que me las guarde para mí.

Esa aventura, con su correspondiente exposición mediática, tuvo una ventaja: me llegó mucho más material y nuevos testimonios que reforzaban lo que se decía en aquél trabajo. Y como el juez lo que prohibía era la reproducción solo de un par de párrafos concretos, decidí hacerlo público, para rebelarme contra lo que consideraba una injusticia y, sobre todo, poder defenderme y defender mi profesionalidad como periodista. Esta vez aposté por una editorial pequeña y nueva. Y, claro, la difusión, la distribución y la publicidad ya no fueron ni de lejos las esperadas. Aunque, eso sí, al menos pude ver mi libro expuesto en estanterías de La Casa del Libro, Fnac y algunas otras librerías de grandes ciudades.

Las experiencias, ambas, me resultaron tan agotadoras, tan extremas, que me quitaron las ganas de volver a escribir algo más allá de los artículos, reportajes y entrevistas en los periódicos en los que trabajaba, Lo seguí haciendo, pero para mí, como un ejercicio íntimo, personal, sin intención de presentarlo a ninguna editorial.

Así surgió mi nuevo trabajo: La sombra del Führer. Aposté por una novela. Bueno, en realidad no sé si se debe considerar así. Dejemoslo en una pequeña ida de olla. La escribí durante el embarazo de mi esposa, un proceso que acabó con el mayor regalo que me ha podido dar la vida, mi hija Naiara, que ahora va camino de los 4 años de edad. Me lancé a escribir sobre un tema sobre el que he leído compulsivamente durante años: la muerte de Hitler y la cuestionable versión oficial de su suicidio. No quise hacerlo como si de un trabajo universitario o periodístico se tratase, aunque supongo que tantos años de profesión dejan su sello, sino a través de un relato novelado que me sirviese de excusa para ir reflexionando y exponiendo los resultados de una investigación fruto, exclusivamente, de esos años de lectura a los que antes hacía referencia.

Pero el destino, o lo que sea, me jugó una mala pasada. El ordenador donde lo tenía escrito se fundió. Murió. Se quedó en negro y se engulló el trabajo. Pagué por uno de los mayores errores que un periodista puede cometer: no guardar copia de sus trabajos. Copia digital, me refiero, porque en papel si la guardé. La que imprimí para hacer las correcciones. Maldije mi suerte y arrinconé esa copia en papel en un cajón... hasta enero de este año, cuando vi en la web de La casa del libro un anuncio que llamó mi atención. Era el de su premio literario. Entonces se me encendió una lucecita. Por qué no intentarlo. Rescaté la copia que llevaba más de tres años olvidada y empecé a pasarla al ordenador. Primero una sinopsis, después el primer capítulo, después el segundo... Y al ver que iba superando fases del concurso me fui animando. Hasta terminar justo en el plazo que marcaba la organización para que entregásemos el manuscrito completo. Molido y sin poder apenas corregir nada del original, o al menos todo lo que a mí me hubiese gustado, pero satisfecho.

Como digo, no me he llevado el premio, pero sí he ganado. Ha merecido la pena. Y mucho. No solo porque haya quedado finalista, que también, claro, sino porque para mí ha supuesto algo más importante de lo que yo mismo podía imaginar. En realidad nunca perdí las ganas de escribir, pero este premio me ha devuelto la ilusión por pelear por lo que escribo, defenderlo. Por seguir aprendiendo, mejorar, caminar... Me ha devuelto, en definitiva, lo que las expèriencias anteriores me robaron.

Gracias.

Ah, y enhorabuena a la ganadora (Ana García) y a la primera finalista, Araceli García (Maya). Han recibido un más que merecido reconocimiento a su trabajo y, sobre todo, a su amor por el oficio de escribir. Me bastaron unos minutos para comprobarlo.


PD: Disculpad por esta entrada tan personal en mi blog, pero me apetecía. Prometo intentar que no se vuelva a repetir.

La foto es de Darius Sankowski.