jueves, 6 de abril de 2017

Escribir



¿Por qué y para qué escribo? Me lo pregunto muchas veces, y las respuestas no son siempre las mismas. Varían, supongo que por múltiples razones. A veces pienso que es una necesidad vital. Otras que lo hago porque no tengo mejor forma de expresar una idea, unos sentimientos, un camino... Incluso hay ocasiones en que simplemente me sale; los dedos empiezan a teclear y no hay forma de pararlos. Lo que sí tengo claro es que no escribo para que me lean. Bueno, a todos nos gusta que lo hagan, pero quiero decir que no es la principal motivación que tengo cuando me siento delante de un ordenador. Quizá sea por las casi tres décadas de profesión periodística que llevo a mis espaldas, que dan para que uno se haya acostumbrado ya a ver su nombre firmando artículos, reportajes y entrevistas de todo tipo. Y quizá también por mis experiencias editoriales pasadas. Han pasado ya unos cuantos años de éstas y ahora, cuando acabo de concluir mi primera experiencia en un premio/concurso literario, creo que es momento de recordarla y relatarla para cerrar definitivamente unos capítulos de mi trayectoria que acabaron con mis ganas de repetir. Porque el tiempo siempre regala visiones más objetivas, más serenas y más sinceras de las cosas. Y porque en mi caso todo está relacionado. Me explico.
escribir


Tengo el dudoso honor de ser el primer autor en este país al que secuestraron judicialmente un libro antes de que viese la luz. Por tanto, antes de que ni tan siquiera se conociese su contenido. Tal cual. Iba a ser un lanzamiento brutal. Exagerado, quizá. Una primera tirada de 20.000 ejemplares, con una promoción por todo lo alto, con el avance del primer capítulo en primicia en una importante revista de tirada nacional... Muchos se preguntarán cómo es posible. Pues por el único error que considero que se cometió antes de que estallase la bomba: avanzar el lanzamiento del libro en la web de la editorial con una sinopsis que, aunque cumplía su objetivo de ser un buen cebo, dio pie a que pidiesen el secuestro cautelar (recalco lo de cautelar) del libro. El juez accedió a cambio de una fianza de medio millón de euros.

Todo se convirtió entonces en una locura que recuerdo como una película pasada a cámara rápida. Prisas y confusión. Más de un centenar de entrevistas en tres semanas. Creo que hablé hasta con la gaceta de la parroquia de Villarrobledo de las Penas Mayores. Y de fondo, una guerra entre productoras y cadenas de televisión en la que me vi envuelto sin quererlo. Yo solo contaba en mi trabajo la trastienda de un concurso de televisión que había batido récords de audiencia y que se había convertido en todo un fenómeno en este país. Nada trascendental, en cualquier caso. Sí, como muchos de los que no conociais esa parte de mi vida ya habréis adivinado, se trataba de Operación Triunfo. Llegaron a mí documentos y contratos demoledores y como periodista valoré que era un material interesante para publicar, idea que avaló una potente editorial con la que firmé´el contrato correspondiente.

El juez vino a decir que si se quería comprobar que La cara oculta de Operación Triunfo, que era como se titulaba, dañaba el honor del concurso y su productora, ésta debía depositar una fianza de medio millón de euros para compensar posibles daños que la decisión pudiese acarrear. Lo hizo al día siguiente. El dinero no era problema para ellos. Todo esto sucedía justo en el momento en el que el concurso estaba a punto de iniciar su cuarta edición en una nueva cadena, con una expectación mayúscula. Y cuando ya se habían impreso casi 10.000 ejemplares, que se dice pronto. Ya se pueden imaginar lo que eso suponía a todos los niveles, para bien y para mal. Se abrió entonces un proceso judicial en el que debo reconocer que me acabé perdiendo tras ir a declarar al juzgado y responder a las preguntas de una batería de abogados que la otra parte desplegó, supongo que con la intención de acojonarme o al menos ponerme nervioso. Debo reconocer que lo primero no lo consiguió, pero lo segundo sí.

Para no aburrir con detalles sobre dicho proceso, resumiré diciendo que ganaron los 'malos'. O los 'buenos', da igual. Esa vez, David no pudo con Goliat. Supongo que decir, más de una década después, que sigo estando convencido de que la razón estaba de mi parte importa ya poco. Perdí, y debo reconocerlo. Las que yo creo que fueron las razones permitidme que me las guarde para mí.

Esa aventura, con su correspondiente exposición mediática, tuvo una ventaja: me llegó mucho más material y nuevos testimonios que reforzaban lo que se decía en aquél trabajo. Y como el juez lo que prohibía era la reproducción solo de un par de párrafos concretos, decidí hacerlo público, para rebelarme contra lo que consideraba una injusticia y, sobre todo, poder defenderme y defender mi profesionalidad como periodista. Esta vez aposté por una editorial pequeña y nueva. Y, claro, la difusión, la distribución y la publicidad ya no fueron ni de lejos las esperadas. Aunque, eso sí, al menos pude ver mi libro expuesto en estanterías de La Casa del Libro, Fnac y algunas otras librerías de grandes ciudades.

Las experiencias, ambas, me resultaron tan agotadoras, tan extremas, que me quitaron las ganas de volver a escribir algo más allá de los artículos, reportajes y entrevistas en los periódicos en los que trabajaba, Lo seguí haciendo, pero para mí, como un ejercicio íntimo, personal, sin intención de presentarlo a ninguna editorial.

Así surgió mi nuevo trabajo: La sombra del Führer. Aposté por una novela. Bueno, en realidad no sé si se debe considerar así. Dejemoslo en una pequeña ida de olla. La escribí durante el embarazo de mi esposa, un proceso que acabó con el mayor regalo que me ha podido dar la vida, mi hija Naiara, que ahora va camino de los 4 años de edad. Me lancé a escribir sobre un tema sobre el que he leído compulsivamente durante años: la muerte de Hitler y la cuestionable versión oficial de su suicidio. No quise hacerlo como si de un trabajo universitario o periodístico se tratase, aunque supongo que tantos años de profesión dejan su sello, sino a través de un relato novelado que me sirviese de excusa para ir reflexionando y exponiendo los resultados de una investigación fruto, exclusivamente, de esos años de lectura a los que antes hacía referencia.

Pero el destino, o lo que sea, me jugó una mala pasada. El ordenador donde lo tenía escrito se fundió. Murió. Se quedó en negro y se engulló el trabajo. Pagué por uno de los mayores errores que un periodista puede cometer: no guardar copia de sus trabajos. Copia digital, me refiero, porque en papel si la guardé. La que imprimí para hacer las correcciones. Maldije mi suerte y arrinconé esa copia en papel en un cajón... hasta enero de este año, cuando vi en la web de La casa del libro un anuncio que llamó mi atención. Era el de su premio literario. Entonces se me encendió una lucecita. Por qué no intentarlo. Rescaté la copia que llevaba más de tres años olvidada y empecé a pasarla al ordenador. Primero una sinopsis, después el primer capítulo, después el segundo... Y al ver que iba superando fases del concurso me fui animando. Hasta terminar justo en el plazo que marcaba la organización para que entregásemos el manuscrito completo. Molido y sin poder apenas corregir nada del original, o al menos todo lo que a mí me hubiese gustado, pero satisfecho.

Como digo, no me he llevado el premio, pero sí he ganado. Ha merecido la pena. Y mucho. No solo porque haya quedado finalista, que también, claro, sino porque para mí ha supuesto algo más importante de lo que yo mismo podía imaginar. En realidad nunca perdí las ganas de escribir, pero este premio me ha devuelto la ilusión por pelear por lo que escribo, defenderlo. Por seguir aprendiendo, mejorar, caminar... Me ha devuelto, en definitiva, lo que las expèriencias anteriores me robaron.

Gracias.

Ah, y enhorabuena a la ganadora (Ana García) y a la primera finalista, Araceli García (Maya). Han recibido un más que merecido reconocimiento a su trabajo y, sobre todo, a su amor por el oficio de escribir. Me bastaron unos minutos para comprobarlo.


PD: Disculpad por esta entrada tan personal en mi blog, pero me apetecía. Prometo intentar que no se vuelva a repetir.

La foto es de Darius Sankowski.

No hay comentarios:

Publicar un comentario